La voz silenciada
Entrevista 15 de septiembre de 2017
Entrevistadora: Huaica Rojo, terapeuta corporal, argentina radicada en Chile.
Entrevistado: Ignacio Verdugo Ramírez de Arellano
Abogado, Coach Ontológico PCC, Coach Ejecutivo, Terapeuta Bioenergético, Constelador Familiar, Constelador Organizacional, Sonoterapeuta. Dueño y Administrador de Centro TribuyAlma del Arrayán.
La Voz Silenciada
HR: ¿Qué pasa cuando la voz es acallada o silenciada, ya sea por decisión personal o por algo externo, como una dictadura o un condicionamiento familiar, dado lo que has trabajado?
Sabemos que el silencio es importante, tú como sonoterapeuta lo sabes, pero otra cosa es cuando el chakra se ha cerrado o la imposibilidad de decir mi verdad…
IV: Esto lo podemos mirar desde distintos lados. Para empezar el silencio puede ser una bendición o una maldición. La música, por ejemplo, no se puede comprender si no es con silencios; entre nota y nota hay silencios. Incluso, sabiamente, en la música se escribe el silencio. Nos permite distinguir los tiempos, las notas, las frecuencias, por lo que es muy importante. Como el yin y el yang, sin la noche no podemos distinguir el día, sin la sombra no podemos distinguir la oscuridad, sin el silencio no podemos distinguir el sonido, por lo que vamos a comenzar reivindicando el silencio. Como lo es también en la comunicación.
HR: Cómo opera en una conversación, por ej.?
IV: En una conversación hay un silencio activo y un silencio pasivo, podríamos decir. Es claro que entre una palabra y otra hay silencios, verdad? Si no, habría una sola palabra continua. Por su parte, en un diálogo se requiere no sólo el silencio entre palabras, sino también la pausa necesaria para la comprensión de lo que estamos diciendo, por una parte, y escuchando, por otra. El silencio que permite al otro expresarse, decir, confesar, abogar o intentar convencer acerca de una postura determinada y también el silencio, que puede matizar o enriquecer la escucha por la pregunta, por la indagación.
Nosotros como coaches hablamos mucho de la Escucha Activa, que no es en un silencio absoluto; sino es un silencio que le permite al otro expresarse y también indagar para interpretar lo que está diciendo el interlocutor, no sólo desde mi propio observador, sino comprender la inquietud que hay detrás de lo que dice. Para eso, las preguntas son muy importantes, y con eso salimos de la habitual manera de dialogar que nos hace reaccionar ante cualquier palabra o estímulo que dice el otro, para conectar con mis propias experiencias y la conversación verdadera se acaba. Entonces, el silencio es tremendamente importante porque nos permite la comunicación.
Por otro lado, tú me preguntabas por el tema de los chakras. En este sentido, el silencio que viene de no decir, de no poder sacar mi voz, puede ser precisamente de dificultades, restricciones o derechamente un chakra muy bloqueado. En el quinto chakra o Vishuddhi chakra, ubicado a la altura de las cervicales – por el frente se ubica en la garganta – como lo entiende el yoga, es el centro purificador, que está asociado con la comunicación, que implica el proceso de escuchar a los otros y también poder expresar verbal o creativamente nuestros deseos, inquietudes, opiniones, etc. Se relaciona con la autoexpresión, creatividad, lenguaje, habilidad musical. La purificación de este chakra despeja el camino para una comunicación más sincera y acertada. Desde la psicología transpersonal se le comprende como el lugar donde se ubica la capacidad creativa, capacidad básica de comunicar, crear, cantar, declamar, recitar poesía, actuar, etc. Aquí está, aparte de la garganta, tráquea, tiroides, esófago, hipotálamo, boca, lengua, dientes, mandíbulas, todo el sistema respiratorio, que comienza en esta zona, por lo que podemos comprender que la vida pende, de alguna manera de este chakra. Desde el inicio del nacimiento mismo, somos seres que inspiramos y exhalamos a través de esta zona.
Si lo miramos desde el punto de vista de los arquetipos, aquí está el “Comunicador”, que incluye desde lo sano o funcional, las capacidades de ser espontáneo, simpático, comprensivo, diplomático, de decir y oír la verdad. A través de la voz podemos expresar nuestros deseos, inquietudes, opiniones, expresamos nuestros juicios, nuestros principios, nuestro decir y hacer en la vida, nos autodefinimos y sabemos que el lenguaje crea realidad. No es lo mismo declarar que si, que decir no. Ya sabemos que el lenguaje no solo describe la realidad sino que también crea nuestro mundo. Un ejemplo que es clarificador es pensar en la declaración de independencia de Chile u otros países latinoamericanos por los 1800, que nos convertía en chilenos y dejábamos de ser súbditos del Rey de España, cierto? La voz aparece como algo tremendamente importante porque a través de ella declaramos el mundo en el que queremos vivir o empezar a construir.
HR: Lo que acabas de decir me parece súper interesante y me dispara una pregunta: Si yo estoy conectada con lo que digo, de manera coherente, creo realidades que tengan que ver con lo que quiero para mi vida. Pero si no estoy conectada con lo que digo, eso también genera realidades? O sea, lo que voy diciendo sin conexión, sin conciencia, también crea realidad?
IV: Claro que si.
HR: O sea vivo una realidad que no es la que quiero, pero que la he creado porque he hablado de cierta forma…
IV: … o por lo que he dejado de decir… Por cierto, si para mi hay algo que es importante y que yo deseo en la vida y por ejemplo no lo pido, probablemente no lo voy a obtener, desde algo tan simple como pedir un vaso de agua. Desde el punto de vista de la bioenergética, el segmento del cuello apretado o una garganta acorazada puede provenir de que de niño aprendí que mejor no hablar, para no ponerme en riesgo, quizás para ser amado o querido. Quizás aprendí que callándome no me metía en líos, y lo que voy a hacer es bloquear corporalmente este segmento – o el chakra en términos del yoga- y me voy a acostumbrar a callar y me paso la vida callado, evitando decir lo que deseo, lo que necesito o simplemente lo que me pasa… y ahí nos encontramos con disfunciones muy importantes, apareciendo aquí el arquetipo disfuncional del “Niño Silencioso”, donde no expresa lo que desea, no expresa sus emociones, lo que le incomoda, lo que le pasa y va creando una realidad, que probablemente no desea, donde no es capaz de comunicarse, de construir, de crear vínculos, establecer relaciones y básicamente de decir “mi verdad” y eso tiene consecuencias, habitualmente, incluso en enfermedades graves. Con mucha frecuencia le pregunto a mis coachees, consultantes o pacientes que han tenido enfermedades en esta zona, desde una simple afonía, un resfrío, hasta un cáncer de tiroides o un cáncer de laringe, por ejemplo -y no es difícil adentrarse, a través de algunas pocas preguntas- y nos encontramos con la necesidad de haber callado con algo que no está diciendo.
No soy muy novedoso en esto que estoy comentando, pero hoy se está apareciendo en muchas partes, se está demostrando cada vez más y está siendo aceptado por muchos terapeutas e incluso médicos alópatas: muchas enfermedades no las podemos solucionar simplemente con un remedio, sino con la capacidad de aprender a expresar adecuadamente las emociones.
HR: ¿con la toma de conciencia…?
IV: …de qué fue lo que callé, por qué lo callé y para qué lo callé. Y no se trata de reprenderse o castigarse por lo que hice o decir qué tonto fuí, sino de comprender que en ese momento tuve circunstancias en que usé ese mecanismo de defensa para cuidarme y proteger mi vida o de ser aceptado por los demás, quizás por parte de mis padres, pero que hoy día, ese mecanismo no me está cuidando y no está siendo favorable para mí y lo único que hace es, aparte de no construir la realidad que quiero, generarme disfunciones o enfermedades complejas.
HR: A propósito de lo que dices, ¿sería apropiado quizás agradecer esa disfunción que en algún momento tuvo un sentido? Estoy pensando en la situación que tuvieron que vivir algunos países de Latinoamérica con represiones muy grandes, donde hablar, en esos momentos era muy peligroso. Casi era una necesidad de sobrevivir, poder callar ciertas cosas, como una solución en esos momentos. Pero después, cuando las circunstancias cambiaron, afortunadamente se recuperó la democracia, hay un mecanismo que ha quedado operando y que es completamente nocivo y hay que ver como se habilita el decir… y hay un montón de personas, necesitando conectar con esto de cómo es hablar con mi verdad…
IV: A mi se me ocurre ocupar la metáfora del agua. Uno la puede contener en un vaso, en una piscina, en un tranque, en una represa; pero el agua, tarde o temprano el agua tiende a volver a su lugar de origen y a seguir su curso natural, siguiendo el sentido de la gravedad, aguas abajo… Por lo tanto, ya sea un país con una dictadura, una familia con padres autoritarios o en una sala de clases u otros espacios, puede que seamos capaces de acallar un rato, pero tarde o temprano las personas, como el agua, tienden a su equilibrio y a reestablecer su orden… Por lo que creo que en América Latina, las dictaduras terminaron mucho más que por las balas o la resistencia armada, por lo que fuimos capaces de decir. Dijimos lo que teníamos que decir y muchos sufrieron graves consecuencias por haber abierto la boca, incluso la muerte de muchos de nuestros compatriotas, pero también algunos fueron capaces de ir un poco más allá y sobrevivir a estas circunstancias y por lo tanto se hicieron las declaraciones que fueron necesarias y pudimos zafar de esos momentos terribles para la gente. Lo mismo podemos decir en una situación familiar, en la que uno hijo que no aguanta más y que dice “me voy”, por ejemplo, salgo de esta casa, probablemente con mucho dolor, con muchas restricciones, pobreza, inseguridades de todo orden, pero que es capaz de decir finalmente, aunque sea con dificultades y seguramente con mucha rabia, “esto es lo que yo necesito, lo que yo quiero, lo que yo espero del mundo, de mi, de mi vida”. Es decir, aunque pueda haber represiones externas que puedan acallarnos, esto es por un rato; tarde o temprano decimos lo que necesitamos decir. Y cuando estamos inhabilitados, cuando la represión no es actual, sino mental, psicológica, emocional y corporal, tenemos mecanismos, tenemos terapias que nos permiten empezar a poder decir lo que necesitamos.
Me ha tocado mucho ver hombres y mujeres –y tengo la percepción que más mujeres que hombres- que les cuesta mucho, por ejemplo, decir que no. No, al jefe; no, a la amiga; no, a la mamá; no, al marido; no, a los hijos. Hay una dificultad cultural muy poderosa, que impide que seamos capaces de poner límites; de decir basta! y decir “esto es lo que quiero para mí, para mi entorno”; y por lo tanto, hay un trabajo muy poderoso que va desde el cuerpo hacia la comprensión y, a veces, desde la comprensión hacia el cuerpo, para ayudar a una mujer, por ejemplo, a que ponga límites, a decir “basta”, “éste es mi espacio”, “no más”, habilitando su autonomía y su auto expresión, a través de su capacidad de hablar y de decir. En este sentido, no siempre es fácil, a veces son procesos largos donde necesitamos ir habilitando para que la persona saque su voz.
Pienso también bajo la mirada de las constelaciones familiares que muchas veces en las familias se han acallado ciertas cosas…
HR: los secretos familiares por ejemplo.
IV: Claro, los secretos. Muchas veces éstos están cuidando algo. No necesariamente los secretos hay que develarlos todos. Los secretos también cumplen su rol. Por algo están. Pero también muchas veces el secreto es dañino, cuando lo que hacen es excluir. Cuando se trata de un niño separado de la familia, cuando ha habido un aborto, cuando hay un familiar del que nunca más se habló porque no cumple con los parámetros o estándares de una familia determinada, y en consecuencia se silencia su nombre, su existencia, eso generalmente produce mucho daño. En estos casos, el poder “decir”: éste niño pertenece a la familia, aunque ya no esté, es nuestro hijo, es tu hermano, produce mucha sanación por el solo hecho de decirlo, lo que no significa que sea fácil expresarlo.
Otra cosa distinta es la intimidad. Muchas veces mi intimidad requiere cierta protección, cuidado; muchas veces es bueno y sano que yo respete y respeten otros, cosas que son muy mías, son íntimas, personales, que no necesito decirlas y el forzarlas a ser expresadas, nos puede llevar a un acto de auto transgresión. Me parece necesaria esta distinción entre el secreto y lo íntimo o personal. Pienso que la capacidad de decir, para una persona sana, tiene que estar vinculada con su deseo, a lo que espera, quiere y, a veces también, a lo que “tiene” que decir. Hay ocasiones en que ciertas cosas quisiéramos no tener que decirlas, pero es necesario hacerlo; y como contrapartida, debiéramos siempre mirar el propósito de lo que decimos: para qué digo lo que digo, y también desde dónde digo lo que digo. A veces puedo estar diciendo algo que no necesariamente me identifica, sino algo que “me salió”. Esto puede ocurrir en una discusión de pareja, por ejemplo, donde puedo decir cosas que no necesariamente pienso o siento, pero que “me salen” y ahí muchas veces más que mirar lo que se está diciendo, es conveniente indagar un poquito más a fondo, para entender qué hay detrás de lo que estoy diciendo y pensar si en un momento más centrado y equilibrado diría lo mismo o no.
HR: Me surge preguntarte a propósito de la sanación de esta parte del cuerpo, que es vital, porque el no decir puede quitarme o restarme mucha vitalidad…
IV: Necesito mucha energía para reprimir o “represar” esa agua, y por lo tanto toda esa energía que utilizo para que “no se me salga” dejo de tenerla disponible para otras cosas que pueden ser más creativas, importantes y necesarias para el ser humano.
HR: ¿Esto se refiere solo a la conversación con otros? ¿Qué pasa con las conversaciones internas, las que tenemos con nosotros mismos?
IV: Para mi, la clave está en algo que mencionamos al principio, que es la autoconciencia. Ser consciente de mí mismo, significa cierto nivel de honestidad respecto de lo que hago, de lo que expreso o de lo que no hago ni digo. Esto requiere atención respecto del lenguaje que uso, por ejemplo, donde un síntoma muy claro de falta de conciencia es el uso de muletillas, que salen de mi automático, son transparentes para mí, ni siquiera las “oigo” y aparte de empobrecer el lenguaje, manifiestan que no pongo atención a lo que digo. De la misma manera, así como puedo ser más consciente de lo que digo, también puedo ser más consciente de lo que hago. Cuántas de mis respuestas son desde el automático. ¿Qué reacciones emocionales tengo cuando alguien me habla y me dice algo que me incomoda, por ejemplo? Puedo tener una respuesta desde el miedo y mi mecanismo de defensa ante el temor, por ejemplo, de una situación nueva o demasiado desafiante, puede ser negarme a ella- aunque en el fondo de mi corazón quisiera poder atreverme- y me pierdo una oportunidad, pero si lo reflexiono con posterioridad, me doy cuenta que no es la respuesta que quisiera haber tenido y solo estaba queriendo evitar un peligro que yo percibo o me imagino… Entonces, el trabajo personal, el trabajo fundamental de autoconocimiento, me hace comprender que esta respuesta que estoy dando, la estoy dando desde el miedo. Cuando yo empiezo a tomar conciencia de mi historia, de mis paradigmas, de mis decretos personales, puedo irme dando cuenta desde donde digo lo que digo y desde donde actúo lo que actúo. Y en la medida que voy mirando esto, voy ampliando mi gama de posibilidades de acción, con lo cual aumenta mi grado de libertad de acción en el mundo y probablemente puede aumentar también el grado de mi felicidad, de plenitud, de placer, de gozo, de generosidad, de “amorosidad”, en comparación de la que puedo obtener solo actuando desde el automático.
HR: Esto de poner luz y autoconciencia sobre lo que digo, puede conllevar también una mayor responsabilidad?
IV: Si pues… responsabilidad de lo que digo y lo que dejo de decir. Aprendí hace no mucho que nunca es inocuo decir o no decir, especialmente cuando estamos en sociedad. En cualquier grupo que me encuentre – familia, amigos, equipo de trabajo, curso, etc.- lo que digo siempre produce algún nivel de impacto, mayor o menor, como también no decir algo, produce consecuencias. Entonces, efectivamente, para mi, la responsabilidad es la habilidad de responder – “respons-abilidad”- a lo que dije y a lo que dejé de decir.
Miremos la dramática situación de la mujer abusada. Una mujer que ha sido permanentemente abusada por un pariente, por ejemplo, o por una persona que tiene cierto nivel de autoridad sobre ella o quizás su propia pareja, en nuestro país donde hay números estremecedores de femicidio, el no decir tiene como consecuencia la “protección” de ese abusador, la permanencia en la actitud abusadora y, por supuesto, una gran consecuencia en la vida, en la libertad, en la sexualidad, en la felicidad de la persona abusada. Lo que hace en definitiva es restringir mi libertad personal. En este caso, cuando la persona deja de decir, de alguna manera se está haciendo responsable de lo que ocurre. No quiero decir que sea fácil hablar en estos casos, muy por el contrario. Justamente lo que quiero decir, es la importancia, en estos casos, de habilitar la voz para poder expresar lo que necesito decir, que en este caso es: Basta! ¿se entiende?
En el otro extremo, nos encontramos con el hablador. Con el parlanchín, el “verborréico”, o el “grupiento”, el charlatán, que también necesita hacerse responsable de lo que dice. Porque para algunas personas hablar es muy fácil y no paran de hablar. Así como hay personas muy inteligentes que van hablando mucho más lento de lo que piensan también hay personas que van hablando más rápido de lo que piensan y esto es bastante más complejo, no?
HR: entonces son personas que no piensan lo que dicen, hablan sin filtro…
IV: Exacto. El filtro, que a veces puede ser demasiado dañino, excesivamente supresor, que me impide decir lo que pienso, a veces también es necesario, especialmente para discernir dónde digo lo que digo, en qué ámbito, ante quién y para qué. Aquí aparece el concepto de la asertividad, que es algo que compartimos frecuentemente en los equipos de alto desempeño con los que trabajo. La asertividad tiene un componente de honestidad, por supuesto, pero también de cuidado del otro. Si tengo pura honestidad, me puedo convertir en un “sincericida” y te mato con lo que digo. O por el contrario, cuido tanto al otro, tengo tan poca honestidad, que soy muy complaciente y no comparto lo que me pasa, lo que siento, lo que juzgo…
HR: y en las dos formas me vulnero…
IV: claro, en las dos formas me transgredo y puedo transgredir a otros, con lo que afecto al sistema completo en el que estoy. Para ser asertivo requiero una buena cuota de honestidad y del cuidado del otro, lo que implica tener cierta responsabilidad con lo que digo, especialmente de la forma, para poder expresar lo que siento, lo que me pasa, lo que juzgo, ante las personas adecuadas, sin miedo y sin culpa, lo que engrandece la comunicación.
HR: ¿y se puede aprender a ser asertivo?
IV: Claro que si. Esto es lo bonito, es aprendible; no se trata de un talento que lo traigo de la cuna o no, sino que podemos adquirirlo con aprendizaje.
HR: Volvamos al tema de los secretos que no se dicen…
IV: A veces puede ser algo que necesito ocultar, algo personal, por ejemplo una infidelidad en la relación de pareja o bien algo que he hecho y de lo cual no me siento necesariamente orgulloso o algo de lo que siento culpa y no me atrevo a contar. A veces estas cosas atormentan mucho, resta mucha energía para otras cosas, como dijimos antes, y pueden ir calcificándose y produciendo enfermedades. Aquí aparece la gran necesidad del coaching, de la terapia, de los buenos amigos incluso, de un otro, para poder decir aquello que necesito decir, sacarlo afuera, liberarme. Lo curioso es que muchas veces creemos que decir aquello puede producir grandes terremotos, afectar mi identidad pública o que va a afectar el cariño que los demás me tienen, y resulta que el contarlo, aparte de liberarme, puede ser tremendamente beneficioso, ya sea porque mi entorno ha sabido de esto toda la vida y faltaba pronunciarlo, por ejemplo “salir del closet”… cuán sanador ha sido para tantos hombres y mujeres poder confesar sus preferencias sexuales! Decir “Este soy yo” puede ser un acto tremendamente reivindicatorio contigo mismo, con tu alma, con tu cuerpo, con tu esencia, con tu historia, con tus deseos, con tus impulsos, y eso es tremendamente poderoso.
HR: Pensando en esto que acabas de decir, quizás, en parte, todos alguna vez hemos salido del closet, quizás no necesariamente con nuestra sexualidad, pero si con nuestros propios deseos, nuestras propias necesidades, nuestra propia identidad que puede ser diferente de lo que se espera de mí en mi familia, en mi cultura o quizás lo que yo mismo esperaba de mí y eso requiere de hacer cargo y en algún momento hace falta pronunciarlo, declararlo, contarlo al mundo… y si al mundo le gusta, bien y si no le gusta, bien también… e ir por esa vida que quiero vivir. Esto puede significar una ruptura con la fidelidad familiar, que puede ser fuerte, pero que tiene que ver con pronunciar y decirle al mundo quién soy.
IV: Aquí están jugando dos fuerzas muy poderosas en el ser humano, que tienen que ver con la trama integradora, el deseo de pertenencia, la necesidad de ser parte versus el movimiento diferenciador, que tiene que ver con la necesidad de individuarme, de ser yo mismo, de salir y conquistar el mundo… En las constelaciones familiares vemos como frecuentemente la necesidad de pertenencia nos obliga a ser leales, de manera inconsciente, a mis padres, a lo que en mi familia se define como algo importante. Bert Hellinger nos enseñó que el primer orden del amor, para que el amor pueda fluir en las personas, es reconocer el derecho a pertenecer: toda persona tiene derecho a pertenecer a su sistema familiar, haya hecho lo que haya hecho; aun si no pude nacer o vivir; esa alma familiar pertenece más allá de la suerte que haya corrido. Y cada vez que un miembro de la familia es excluido, hay otro miembro de la familia que viene después que, de alguna u otra manera, ocupa su lugar para que aquel sea visto, muchas veces llevando destinos muy difíciles.
Maslow en su pirámide pone la necesidad de pertenencia dentro de las más importantes del ser humano. La pertenencia nos identifica, nos hace miembros de mi familia, de mi país, de mi cultura, de mi colegio o escuela, de mi tribu, de mi gremio, etc. Muchas veces esta pertenencia no es fácil, nos es incómoda…
HR: No pertenecer no es seguro! Como mamíferos necesitamos la manada…
IV: Exacto, pero muchas otras veces, nos cobra un alto precio. Para poder pertenecer he debido renunciar… renunciar a mi necesidad de individuarme, de ser diferente y esto puede chocar con la necesidad de ser leales, para tener una “buena consciencia” familiar para poder decir (de manera inconsciente, claro) “yo al igual que tú…”, lo que sea, ser del mismo pensamiento político, del mismo equipo de fútbol, tener la misma profesión o incluso tener una vida difícil, una disfunción, etc. Por lo tanto, cuando el hijo toma un camino distinto, se casa con una chica que no era la que todos esperaban, tiene una orientación sexual diferente, toma una profesión distinta o incluso es feliz cuando en la familia reinan las desgracias, o cualquier otro acto de individuación, en que está siguiendo su propio deseo o impulso, de alguna manera, está haciendo un movimiento diferenciador y pagamos un precio. La diferencia, muchas veces es “cara”. Ser distinto, ser original, ser únicos, nos puede acarrear dificultades. En este sentido, la auto conciencia de saber cuál es mi patrón familiar, cuál es mi movimiento diferenciador, nos puede hacer hábiles para tomar decisiones en libertad, dado que a mi familia, pertenezco, haga lo que haga, más allá del juicio que puedan hacer de mis actos.
Por eso es tan importante el trabajo individual de descubrir todo esto y poder decirle a nuestros padres, abuelos –aun cuando no estén vivos, más bien es un acto ritual- pertenezco aun cuando no te sea fiel. Soy distinto y sigo perteneciendo. Tú con lo tuyo, yo con lo mío. Dejo contigo lo que es tuyo, te agradezco la vida y hago con ella lo mejor que puedo hacer, que es ser feliz.
HR: Que interesante… y crees que es inevitable?, Piensas que hay otro camino que me lleve a la felicidad, haciéndome cargo, claro, de lo que implica…?
IV: Yo no estoy en condiciones de decir si hay otro camino o no. Lo que digo es que en mi experiencia personal y como coach, constelador y terapeuta, me he dado cuenta de la gran potencia que es hacer este trabajo personal, de reconocer, de comprenderme, de conocerme a mí mismo… a veces tengo que revelarme, gritar, “putear”, de ser capaz de decir “yo no quiero esto” o “esto ya fue suficiente para mí”, y luego, sin negar lo que fue y lo que “es”; quizás puedo comprender el por qué mis padres hicieron esto o aquello- comprendiendo que ellos también pueden haber sido ser leales a sus padres o abuelos- y tomar la vida que nos han regalado nuestros padres –los conozcamos o no-, agradecer y hacer de ella lo más importante, que es lo que todo padre quiere para sus hijos y es que ellos sean felices, más allá de si tomaron su camino o uno propio… No digo que sea fácil, pero vale la pena recorrer ese camino.
Bert Helliger dice que nos hacemos adultos cuando somos capaces de asumir esa “culpa” de ser diferentes y decir “ya no necesito seguirte para pertenecer”.
HR: qué potente! Y la fuerza que tiene pronunciarlo, no?
IV: Por supuesto, no solo se piensa.
HR: Alzo mi voz para que lo escuche el grupo completo y lo pronuncio.
IV: En este sentido, el trabajo el grupo o las formaciones en tribus tienen esa potencia, porque nos permite tener testigos de mis declaraciones y procesos…
HR: Y eso cambia, no?
IV: No digo que sea requisito indispensable, pero hace una gran diferencia; no es lo mismo declararlo frente a un espejo, frente a una sola persona que hacerlo a quienes representan a la sociedad, a los sistemas a los que he pertenecido. A veces, cuando se puede, puede ser tremendamente sanador decírselo a mi familia y abrir conversaciones difíciles pero muy potentes. A veces no es posible porque, por ejemplo, los padres ya no están o porque ciertas conversaciones podrían causar mucho más daño que beneficio y siempre podemos buscar sistémicamente una constelación que me permita pronunciarlo con personas que “representan” a mis padres, sin herir a nadie y el rito puede ser tremendamente poderoso y sanador.
HR: Tú dices que nos pasamos muchas veces entre estos polos que son la trama integradora y el movimiento diferenciador, que danzamos entre estas dos puntas?
IV: Exactamente, y muchas veces en la inconsciencia nos quedamos en uno solo, porque no somos capaces de salir…
HR: Por ejemplo solo en el movimiento diferenciador y me borro de mi familia, cosa que tampoco es muy sano…
IV: Poco sano porque niego mi herencia, mi legado, mi tribu y cuando niego a mis padres, en parte me estoy negando yo mismo, porque somos 200% nuestros padres… me pierdo el poder que tiene el sentir a nuestros padres detrás, para enfrentar las dificultades de la vida. Por eso en el juego de ambas cosas y en la conciencia saber desde dónde estoy actuando, es que creo que está un mayor grado de autoexpresión, de sanación y de libertad personal…
HR: Bueno, te agradezco muchísimo y deseo que nuestros pueblos, nuestras tribus pronuncien y hagan realidad lo que pronuncien para ser pueblos cada vez más sanos y felices y hermanos. Tenemos mucho que darnos como hermanos Chile y Argentina, ya que hay mucha riqueza en ese cruce…
IV: Mucho gusto de compartir y e intentar poner un poco de luz y generar inquietud en estos temas, en cualquiera de los lados de la cordillera, o en cualquier parte de este planeta hermoso, donde esto sea visto u oído… Por el movimiento diferenciador hemos convertido nuestras banderas en un chovinismo dañino y como dice la canción de Los Jaivas, «este mundo es uno y para todos, todos juntos vamos a vivir…» Es lo que espero para nuestros pueblos, para nuestras tribus…